En un extenso mano a mano con El Cronista en el Polo Científico, el presidente de la Agencia I+D+i detalla los alcances de las nuevas tecnologías, su potencial y su impacto en el mundo laboral. Detalles del nuevo crédito del BID para potenciar su desarrollo en el país.
«La capacidad de organizar una industria en torno al software significa hoy casi 4.000 empresas que generan 150.000 empleos en la Argentina. Y si lo extendemos a todos los que exportan servicios basados en el conocimiento, llegamos a 450.000», detalla a El Cronista el presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), Fernando Peirano. Y resalta la razón estratégica por la que el Estado debe apuntalar la reconfiguración de esta «economía que nace en pesos pero los convierte en dólares a través de la presencia en el mundo, resolviendo una urgencia de la Argentina de tener más divisas».
Hoy la Agencia I+D+i administra 9.000 proyectos, detrás de los cuales hay 30.000 investigadores y 1.200 becarios y 1800 pymes cooperativas y startups, nucleados en tres fondos según el actor que es el motor de la innovación: el FONCYT para los científicos, el FONARSEC para las empresas de base tecnológica y el FONTAR para las pymes cooperativas. Su labor se concentra en torno a cinco vectores de desarrollo tecnológico: soluciones en materia de salud; la conversión de proteínas vegetales a proteínas de mayor valor agregado, animales o alimentos funcionales; la evolución hacia una producción más verde; la transición energética y la digital.
«El 22% de los proyectos del FONTAR están asociados a software», puntualiza Peirano en un extenso mano a mano en el cuarto piso del Polo Científico, emplazado en las viejas Bodegas Giol, donde detalla los alcances de las nuevas tecnologías en la Argentina, la investigación y aplicación de la inteligencia artificial en proyectos vinculados al potencial de Vaca Muerta y el agro y el futuro desembolso de un crédito del BID para potenciar su desarrollo en el país en el marco de la competencia internacional.
-¿Cómo se puede definir la inteligencia artificial y la sorpresa que provocó el Chat GPT, en un lenguaje lo más simple posible?
-Hasta hace muy poquito tiempo, asociábamos inteligencia artificial al machine learning, este aprendizaje que una computadora puede hacer a partir de una gran cantidad de datos. Hoy vemos un salto en todo esto a consecuencia de un cambio, no tanto en el motor de esta historia sino en la interfaz con un usuario. La posibilidad de utilizar lenguaje natural para aprovechar esa capacidad de aprendizaje que tiene hoy un sistema y aprovechar una gran base de datos es un paso más en una dirección que veníamos proyectando. Con lo cual para nosotros hay un grado de novedad un tanto menor al deslumbramiento del gran público. Porque justamente un interfaz mejorada y de barreras muy bajas como es el lenguaje natural, está popularizando un uso que antes estaba reservado a ciertos especialistas.
-¿Cuál es el mejor camino para que Argentina se inserte de manera competitiva en esta carrera?
-No podemos imaginar que vamos a participar en esta carrera de la inteligencia artificial en torno a las millonarias inversiones que hace Estados Unidos o China buscando mejoras en la performance de procesamiento de respuesta a ese procesamiento porque ahí no tenemos espacio. Nosotros tenemos lugar en las dos puntas de esta historia: donde comienza todo, que es en diseñar buenos algoritmos, y esto requiere una base de lógica, de matemática, y si uno recorre las publicaciones científicas asociadas a algoritmos descubre el protagonismo de la Universidad Nacional del Sur, por ejemplo; De Tandil, como localidad; Córdoba, Rosario y de Exactas de la UBA, por mencionar algunas. Y el otro extremo de la historia es la combinación de software, datos, de inteligencia artificial y algo más. Cuando nosotros podemos sumar dos o tres saberes, el saber de la informática con el saber del agro, y podemos ver un ejemplo de maquinaria agrícola inteligente que va leyendo el terreno hectárea a hectárea, metro a metro, y evalúa qué plantas están presentes en ese terreno, cuáles son invasoras y cuáles son el cultivo que se quiere promover, decidiendo en tiempo real a cuáles aplicarle un aditivo y a cuáles algo que la elimine, ese conocimiento del campo, de la tierra, de la maquinaria, combinado con las mejores herramientas de procesamiento y decisión, nos distingue.
-La Fundación Sadowski advirtió respecto a la posibilidad de que la inteligencia artificial eventualmente pueda tener un impacto en lo laboral. ¿Cómo se concilia la posibilidad de desarrollo con esta idea de una pérdida de empleos?
-El cambio tecnológico encierra beneficios y riesgos y la política pública tiene que orientar ese cambio tecnológico que muchas veces ya está sobre determinado -no vamos a hacer nosotros los que decidimos que la humanidad esté avanzando en una transición digital- aunque sí podemos marcar de manera local, y articulada internacionalmente, la orientación y el ritmo de ese cambio tecnológico. Porque sin duda hay una reconfiguración del trabajo y qué funciones cumplir: el trabajo no va a desaparecer sino que lo que va a haber es un cambio posiblemente en las funciones y dónde se agrega valor desde el trabajo humano. Es como una suerte de reloj de arena donde se agudizan los extremos y se hace cada vez más angosta la cintura, entonces hay que cada uno, en lo individual, en lo colectivo, en su profesión y como país, enfrentar el desafío de ver si vas a avanzar hacia la porción de arriba o de abajo de ese reloj de arena. Arriba están los que eligen dónde trabajar e imponen condiciones porque tienen elementos creativos, singulares, que innovan. Y abajo hay trabajo precarizado y mucha gente que en lugar de apoyarse en la tecnología es casi un instrumento de esa tecnología. Este es el desafío del mundo que se está configurando y nosotros tenemos que ver qué rol tiene la regulación y la política pública en Argentina
-Precisamente en eso se advierte la función de un Estado protagonista. ¿De qué manera se daría una transición hacia ese mundo con un Estado activo o pensando solo en un mercado autorregulado?
-En lo inmediato, hay que promover que estas tecnologías le lleguen a todos sin ser especialistas en inteligencia artificial: una empresa que no apoyamos nosotros, pero que la consideramos muy ejemplificadora es por ejemplo Nubimetrics, creada por una pareja en Jujuy que hace un censo todos los días de lo que pasa en un marketplace y te ofrece consejos sobre cómo se está moviendo tu competencia, cómo están tus precios y cuáles son las demandas de los consumidores que no están siendo atendidas. Y eso es inteligencia artificial convertida en un consejo: no necesitas saber de tecnología para aprovechar esa herramienta. Entonces un país que tiene un desafío permanente de aumentar su productividad, sin duda podemos ver esto de una manera positiva este cambio.
-¿El sector productivo argentino está familiarizado con el potencial de estas herramientas?
-Habíamos hecho algún estudio años atrás -no desde el Estado pero sí, desde distintas organizaciones vinculadas a la producción al trabajo- donde se veía claramente que en Argentina hay un 6% de las empresas que entienden y utilizan y pueden adaptar esta tecnología a sus fines a sus objetivos, un 44% que saben de qué se trata, pero tienen un uso más pasivo reactivo y hay una mitad de nuestra estructura productiva que hoy todavía no entiende bien cuál es el primer paso. Así que hay un desafío enorme en los próximos años de pensar casi en un extensionismo 4.0: de qué manera el Estado lo ofrece a cada uno de estos segmentos una herramienta para potenciar su esfuerzo y aprovechar estas tecnologías.
«Nosotros tenemos lugar en las dos puntas de esta historia: donde comienza todo, que es en diseñar buenos algoritmos, y el otro extremo de la historia que es la combinación de software, datos, de inteligencia artificial y algo más. Cuando nosotros podemos sumar dos o tres saberes, el saber de la informática con el saber del agro, eso nos distingue»
-¿Cómo se da esta integración entre actividades productivas tradicionales y nuevas tecnologías?
-Hoy vemos que se está abriendo a una nueva economía asociada a Vaca Muerta, al petróleo y al gas, y donde, por ejemplo, uno de los protagonistas es un simulador de realidad aumentada hecho por dos egresados de la Universidad de La Plata, con sede en Parque Patricios y el apoyo de la Agencia. En ese simulador radicado en Neuquén se están entrenando operarios, que después están en los pozos en Vaca Muerta. Entonces, Vaca Muerta geológicamente está en Neuquén, pero económica y socialmente está también en Parque Patricio. Por eso tenemos que unir la tradición y la maquinaria agrícola con estas tecnologías, Vaca Muerta con el software y la realidad aumentada y la realidad virtual. Tenemos que unir la generación de todo lo que es biotecnología, que al fin y al cabo es gestión de la información, y hoy vemos que grandes motores de Inteligencia Artificial te permiten con la información de la composición de una molécula, anticipar cuál es su forma.
-Se habla del potencial de la Argentina y sin embargo hay un número importante de profesionales que prefiere cada vez más trabajar para el exterior desde nuestro país…
-Hay un potencial que hay que alentarlo al ritmo adecuado para dar tiempo a que la formación, a que la educación, también estén sintonía con estas nuevas herramientas y tenemos que ser un país que sigamos alentando y mucho la formación de científicos porque la llave a los beneficios de estas nuevas tecnologías es la ciencia. Si vos tenés ciencia asociadas a estas tecnologías, vas a tener los beneficios que conllevan, y si no vas a ser un espectador pasivo. Nosotros tenemos que ser un país que no solo use tecnologías, sino que también genere las condiciones para desarrollar la tecnología que es la diferencia hoy entre ser subdesarrollado o desarrollado.
-¿De qué otras formas puede impactar en la vida diaria la Inteligencia artificial?
-En el FONTAR, uno de los proyectos que más nos gustan del último tiempo y que están vinculados a la salud es el proyecto ARPHAI donde inteligencia artificial, machine learning, a partir de digitalizar las historias clínicas, permite ver patrones que anticipan epidemias -acá hay síntomas que se están repitiendo, esparciendo, que son cada vez más frecuentes y enciende el alerta- porque vos imaginate que cada consulta es individual y cada médico mira a un solo paciente pero tener la foto completa te permite visualizar patrones que anticipan tendencias y que hasta se podría usar para anticipar enfermedades crónicas. Hoy estamos asistiendo un debate global donde tomamos nota que los cambios que está proponiendo el avance en lo digital no están adecuadamente anticipados ni analizados. No hay un sistema regulatorio para eso y esto es un poco esta carta de miles de reputados especialistas que piden que se gestione este cambio.
-Hablan de frenarlo inclusive, de forma temporal…
-Frenar, no es algo viable, pero me parece buena la advertencia. Nosotros buscamos que los proyectos de inteligencia artificial que promueve esta agencia cumplan algunos requisitos, por ejemplo que sus algoritmos sean auditables, que no impliquen sesgos, que podamos conocer, cuál es la tecnología que parte de datos objetivos que recaba el sistema y cuál es la tecnología para inferir nuevos datos. Las grandes empresas, lo que conocen de vos, no son los datos que suministraste: lo más importante son los datos que infieren a partir de lo que vos suministraste. Ese salto de la inferencia es un tema muy delicado porque si la información de base no es completa, no es bien nutrida y no está bien estructurada, esas inferencias llevan a lugares riesgosos, censurables, peligrosos porque pueden generarse sesgos discriminatorios.
-Hay una iniciativa con apoyo del BID para impulsar la inteligencia artificial en la Argentina, ¿en qué consiste?
-Son 35 millones de dólares que vamos a invertir específicamente para avanzar un paso más en la ruta de la inteligencia artificial con esta particularidades: poner en valor lo mejor de la Argentina sin querer competir en una carrera casi geopolítica a la que asistimos y la sobre la cual, en la medida que nos convenga, nos apoyaremos para poner en valor nuestras ideas y nuestras oportunidades más productivas. Y para hacer esto vamos a impulsar dos vías. Por un lado, un fortalecimiento de nuestro sistema universitario y científico, para tener cátedras de informática con presupuestos a poder cambiar la forma de la docencia y vincular la docencia con la investigación y la extensión. Porque ahí hay un punto débil de nuestro sistema ya que enfrentamos un doble éxodo: profesionales que trabajan el sistema universitario científico, que se están yendo al sistema empresarial productivo; y quienes están en el ámbito nacional y pasan al exterior o a trabajar desde Argentina para al exterior. Ese movimiento no es malo en sí mismo. El problema es que nuestra velocidad de recambio y de inclusión de nuevas personas a este espacio de la economía del conocimiento está haciendo demasiado lento. No podemos perder los científicos porque son la puerta para obtener los mayores beneficios de estas tecnologías.
-¿Y cuál sería la segunda vía?
-Junto al área de Economía del Conocimiento queremos pensar que aplicativos y herramientas para no especialistas en inteligencia artificial podemos poner al servicio de las empresas argentinas con el objetivo de exportar más. El desafío del comercio exterior es también informativo y muy intenso ya que hay que procesar muchos datos, información, regulaciones, situaciones de mercado. Confiamos en poner, como bienes públicos, nuevas herramientas para que las empresas tengan cada vez más facilitado la gestión del comercio exterior.
-Suena a un proyecto estratégico de mediano a largo plazo, ¿hay un consenso a nivel político más allá de quien gobierna de que este es el camino a seguir?
-Cualquiera que recorra el país reconoce que hay una reconfiguración de la microeconomía Argentina. El eje Mar del Plata-Tandil hoy es un lugar efervescente en proyectos de software, satélites, todo lo que es el new space, de desarrollos para el agro. Así como Rosario-Santa Fe hoy es protagonista por la biotecnología, en Mar del Plata-Tandil están pasando cosas interesantes. Tenemos al INVAP y todo el desafío satelital nos abre un capítulo nuevo de aprovechar las imágenes. Hemos radarizado el país, puesto satélites muy específicos y de tecnologías muy particulares y ese procesamiento de información es un desafío de ciencia de datos, de Big Data, de inteligencia artificial, para que pasen a ser herramientas útiles, para tener un pronóstico con alertas tempranas y un pronóstico que anticipe no el próximo día sino la próxima hora, que es mucho más difícil. Hay una Argentina dinámica, efervescente luminosa de colores vibrantes que contrasta a veces con la macroeconomía de colores, oscuros negros y grises y muy restrictiva por una crisis que comenzó en 2018 y tiene sus manifestaciones hoy en día.
-¿Y cómo se puede frenar este éxodo que describía antes en los inmediato?
-El cambio tecnológico y la reconfiguración de la economía requieren también que las instituciones y las leyes se adecúen. Haber tenido la sensibilidad de impulsar el monotributo tech es un reconocimiento de que hay formas de trabajo que no son las de antes. Haber alentado y consolidado la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento es un reconocimiento que hay un potencial que necesita ser apuntalado por el Estado desde lo tributario y la exigencia a quienes tienen esos beneficios tributarios. Haber puesto en el eje de la política de Ciencia y Tecnología una ley de financiamiento plurianual de la ciencia, de llevar inversión en ciencia y tecnología al 1% del PBI en 2032, es un reconocimiento que los beneficios del cambio tecnológico requieren ciencia propia. Me parece que hay ahí un acompañamiento a este empuje de emprendedores, de empresarios, a la contribución que hacen los científicos, las instituciones de Ciencia y Tecnología, tienen que ir acompañadas de leyes y nuevas regulaciones. Y ese es el desafío entre subirnos al tren o no subirnos. Y eso requiere una presencia del Estado: la última milla, la recorre la inversión privada, pero antes tiene que haber un Estado presente. Al fin y al cabo, el desarrollo que siempre es una decisión política, que nace de una decisión política pero que tiene que ser abrazada por la sociedad con más inversión, más esfuerzo, más conocimiento, educación, la verdad que se sintetiza en poder combinar inversión con innovación. Para que esas inversiones sean transformadoras y para que esas innovaciones tengan un impacto social y económico.
-Apelando a su metáfora del tren, ¿en dónde estamos parados hoy: en el andén, en pullman o en el furgón?
-Estamos colgados del tren y tenemos que pasar a estar mucho más confortablemente instalados, pero uno lo palpa, ve que hay un empuje y hay un Estado que reconoce y hace que Argentina se distinga. No es casual que la mayoría de los unicornios latinoamericanos sean de Argentina porque tenemos una tradición científica y universitaria, un tamaño de mercado y una sociedad receptiva a la novedad. Somos un país abierto a las novedades que ofrece la ciencia y la tecnología, se ve en las tasas de vacunación y eso es una ventaja, es parte del contrato social del desarrollo. Lo ves en la biotecnología, en una empresa como Danone que, de tres lugares del mundo donde pueden nutrirse de probióticos, incorpora a la Argentina y orgullosamente exhibe en un envase de un producto masivo como el Yogurísimo el logo del CONICET. Esos vectores de cambio son los trenes que no podemos dejar pasar y por eso hacemos el esfuerzo de poner inversión, regulación y capacidades oportunamente.